jueves, 6 de mayo de 2010

Tres poemas

Éstos, que vienen ahora, son míos. Como no puedo conmigo mismo, tengo que hacer un par de inútiles aclaraciones preliminares. El primero ("Manifiesto") es una muy mala manera de comenzar una relación con el querido lector, pero tengo ganas de publicarlo. Además, es necesario saber que fue escrito en el fragor de una tonta batalla sin sentido. Quédense con este verso, lo demás sobra: "abrazar la cintura de esta tierra". Los demás poemas, júzguenlos ustedes mismos.

Leonardo.
MANIFIESTO

es difícil comenzar
sin ese ronroneo que empuja lentamente
el sentido o no, y que se hace
a duras penas palabra

y ni qué hablar de conjugar tales sentidos
porque a esta altura del partido
uno ya no sabe qué carajos
del panfleto y los
detractores-de-todo-lo-que-les-recuerda-la-culpa-que-subliman-con-palabras-esplendentes

o sobre la tragicómica tarea del payaso surtido de todos los dolores
formas, colores
sinestésicos-concretos-peludos
maléficos sabores
y otros yuyos que me recuerdan
irónicamente
que el trovador de la beatriz del corriente
mira televisión
y no se anda entre ángeles o beatíficas rosas esplendentes
y además eructa
después del puchero común que le ha preparado
su madre, tan común y tan silvestre

también es difícil continuar, porque
aunque las disputas sobre lo que es decible o no
ya han sido atravesadas por la sangre
bajo el puente
todavía uno se pregunta sobre la dignidad de su palabra
y si realmente podrá estirar la mano para juntar en sus cucharadas de letras
un poco de la sangre derramada
que va cediendo bajo los pies calientitos del que habla

y para continuar con preguntas de igual naturaleza
uno debe cuestionarse, a fin de cuentas
la existencia del propio poema,
sí señora, sí beatriz en remera y alpargatas mirando la telenovela
sobre este mismo poema

aunque ya sepamos
también, que la palabra
no es un insulto a nuestra sangre caída
sino la fórmula que hace de esa sangre
la palabra que quiere salvarse de tanta palabra
y de la peste que no usa las palabras, sino instrumentos
de otros calibres y materias
que un poeta deslumbrado por la estupidez de su palabra
llamaría "esplendentes"

habrá que repetírselo mil veces,
en especial a esos que andan en busca de la palabra perdida
el paraíso, el eslabón, y todo lo perdido y que no saben lo que encuentran en su paso errático
(que es lo único que han perdido)
o que matarían por un verso fresco y divertido
que no se trata de ejercicios del intelecto, erudiciones,
de los juegos horadando
su propio agujero sin sentido, que no se trata
de la revelación de lo primigenio,
la materia prima del alma de la tierra que engendró en siete días
la imaginación desconsolada de un judío,
ni la palabra perfecta de vaya a saber qué
ni el arte de sí misma que pone harapos de terciopelo a su miseria

si no vas a extender tus venas
hasta la letra
parir a tu hermano en el pulso de una palabra
que no sea otro que tu pulso
abrazar la cintura de esta tierra

entonces
córtese las manos, poeta

del fermento derramado de sus imbéciles muñecas
creceremos hasta el sol de la palabra
que ya no requiere de palabras
sino que quiere un solo, simple
y puro sol



CANTO PARA EL HERMANO

ando rostro cuesta arriba
ando bajando cuesta bajo

empinándose en camino el alma herida
desflorando de sus labios trago amargo

ando que busco una mano una manita
más nosea nonada
pedazo apenas de un humano

a ver quién quiere tanta herida rota hinchada!
de tanto amor que lo han negado!

a ver quién quiere manos mía
garganta sangre y huesos para alegrar
tan esto así todo entristado

ando que vivo de paso canto al hombro
ando que busco un vivo hermano



TRES POEMAS PARA UN AMIGO

1

tengo una hondura
que se agolpa en los huesos

de ella he visto crecer una extensión
y la he llamado futuro

del pozo de su costado
he apuñado las gratitudes que adornan claramente
tales instantes

la dignidad recuperada -así la he creído-
de su linda primavera

2

hube amontonado mis cenizas
su agua las ha sembrado y han brotado
piedras admirables

juntos hemos golpeado las ventanas
ingratas, hemos llegado entonces
hasta la ancha calle del mundo

ahora tengo tu hondura, compañero
que me va galopando en las médulas del vértigo
agradecidas y aterradas

3

pero aquí
donde no soy más que esta palma
abierta de par en par

la torpe esperanza
de un algo que me señale las evidentes postales
que nadie me ha señalado

poco puedo entregar en esta tierra
reseca

doy apenas mi territorio de hombre
simple, compañero
para que tu vida en esta jarra triste
siga llenando, en tierra mía siga
creciendo

Cuatro poemas

Vamos a hacer debutar nuestro blog con cuatro poemas del Facu Correa, un escritor "novel". Es un genio el pibe. Disfrútenlo. Y además, comenten, que la literatura no es un perro muerto, que uno pasa por el costado, lo toca con la punta de un palo y sigue caminando. Esperemos que les guste.

LA PROA ETERNA DE TODOS LOS NAUFRAGIOS

La mala nueva noticia que abura el canto
del cupido dormido entre ilusorias sábanas,
se derrumba otra vez, cual avalancha, en nosotros
y perdemos la batalla contra el invierno;
¡afrenta mustia que resuelve una vez más
escribir un poema para hablar del accidente!

Estas hojas, que extrañan a la creatividad prímula,
no exigen buen horario pero ven que tu mar no llora
bajo la frecuencia de no ver nunca más la imagen
del creador de grandes invenciones inutópicas,
¡peligro triste que resuelve una vez más
atar bien la soga para aniquilar el accidente!

¿Cómo decirte lo imposible, cómo escribirte
los versos más tiernos entre ruidos y el ruido?
Nuestro paradigma es como la dama de verde, Camille,
en su lecho de muerte pintada por un tal Monet.
¡Tañida aleación de sentimientos inequívocos
de un afótico faro de luz de corazón!

En plan teatral salimos alegremente disfrazados
de esclavos de la buena bondad, brindando uno por el otro;
el guión no escrito por la letanía realiza su papel
y mutamos a presos de la indiferencia.
¡Pira medieval de sentimientos inequívocos
de un aquelarre novedoso para el corazón!

El cariño nunca es conformista si se traspasan las fronteras
y se mantiene en el sótano la ingenuidad de los tontos con gracia.
Exigimos que dragones canten para que nuestros hijos duerman
mientras realizamos nuestro duelo con fusiles de amores que vendrán,
¡bienvenida seas, entonces, eterna lady de mi cargo de inconciencia,
a la proa eterna de todos los naufragios!



INFIERNO DE JASPES

Ornamental, opaco y casi crudo adorno
que pone de rodillas, debajo de la mesa,
a un demontre de encendida felpa
que se adivina en la muerte de los artistas.

Enviémosle un cheque, a seis edades,
a Circe por habernos hecho reír
al ver como el poeta se baña en fango
y habla un inaccesible galimatías.

Esperaremos, aunque su luna sea infinita,
a que, como Safo, se arroje al mar.
¡Paranoia, hombre! ¿No lo entiendes?
¡Ya nadie finge cuando están a tu lado!

Esperaremos, con la sensación de Pascal
(¡nadie nos enseñó equilibrismo!),
a menos que tenga alas, ¡Dios mío,
ojala sean las del mismísimo Ícaro!

Cuna con murmullos de un medioevo,
affaire de los modernos diarios que grita:
"¡paga tú por tu hoguera,
le haces tan mal a la superficie!"


¿Dónde está el demontre infractor del reloj?
¡se ha vuelto invisible a nuestros ortodoxos ojos!
¡y lo sentimos aquí mismo, sableándonos la conciencia
con la sentencia de un pacífico verdugo!

¡Con los pequeños asuntos se ha marchado
a la autodestrucción por las triviales cosas
que mañana importarán, a falta de ilusiones!
¡Oh, Dios mío!, ¿qué hemos hecho?:

"Ornamental, opaco y crudo adorno somos.
¡Ya no ponemos de rodillas, debajo de la mesa,
a un demontre de encendida felpa
que nos adivina en la resurrección de su artista!"



EL AMOR HA CAPITULADO

Osamenta bastarda de un día de júbilo,
¡escasea el milagro de los panes y los peces,
el algodón del ático se dedica a orvallar
sobre la mística inmune de los cuerpos con alma!

La parafernalia de los asuntos triviales
se ha arrojado sobre la caspa de los gigantes
que mutaron a filósofos alimentados por carroña
de una cena de humanidades con ejemplos y decepciones.

Y aún así, quedan los múltiples deudores
con sus anaqueles asfixiados de chambelanes
que al oír las campanadas de la venganza
se convierten en bebedores de un inagotable cáliz de luto.

Los magos aprenden a corcovear con el asombro
y dictan que no deben preocupar a la tasca
una vez que los doctores en malabares del universo
desparecen a raíz de una fórmula inexplicable.

"Sabemos que las moscas saben reconocer
solo dos tipos de epidermis: la de las estatuas
colosales, más importantes que el tejido vivo;
y la de los "de pie siempre", menos importante que la fachada"

En realidad, los únicos grotescos son los sutiles,
esos que aman a pesar de las guerras
donde los lagartos ejercen de parteras
en fútiles autopistas que desembocan en una plaza de armas.

¡Oh, demente virgen de la congoja!
Enséñame a morir si dejara de ser excéntrico
y otórgame la piedad necesaria para gritar,
de manera oportuna, "¡el amor ha capitulado!"



BENJUÍ PARA LA SIESTA

Entre cuatro paredes que pregonan desencanto,
con la coraza de un gris caracol bloqueando la entrada,
el ímpetu de la belleza es una milenaria y ruin manzana
que hace pertinente congelar a todas las flores
que, sobre una tumba, una mano ha puesto.

El pájaro de la vida es un imposible
que sobrevuela nubes que dibujan caras sin luz,
¡bienvenido a las bestias que lloran, despierta ya
de las horas innecesarias que sorprenden con sus visiones
aunque en el fondo sepan que sólo eso son!

Alguna vez alguien habló, cual prometedor elegido,
de las maneras de viajar al olvido en una alfombra
pagando a baquianos astronautas del pesar y la lágrima
para que mostraran el tremendo mapa de lo existente
y llegar así a la morada de los mediocres viajeros.

¡Error sin prueba! ¿Quién puede asegurarnos
que el veneno aplicado a uno funciona de manera certera?
¿A qué odiosa biblia corresponde tal pensamiento?
¿Quién te has creído tú para mutar de esa forma,
negándote a las informales vicisitudes?

¡Decora todo rincón oscuro que encuentres
aunque las arañas luego te lo agradezcan!
¡Mófate de los controles encontrados por lo desagradable
y escribe tú, dentro de varios relojes, tu epitafio!
¡Benjuí para la siesta, actual Lázaro!