lunes, 9 de mayo de 2011

Las hijas del rrey


"Las hijas del rrey son con-cientes de su con-dición (pequenias duenias del rreyno) y papi se encarga siempre de recor-dárselos: una vez por semana ; doce veces en tres meses; cada ciento sesenta y ocho horas ,rodará la cabeza de un perro.Papirrey en persona se encarga de pagarle al mensajero que encuentra los mejores verdugos.Papirrey se encarga en persona , cada diezmilochocientos minutos, de premiar con un lindísimo zapato azul a la pequenia princesa ( alegrías de nuestro rreyno) que pueda cerrar los ojos de la cabeza rodante usando sólo la punta del pié.

Juegos de ingenio

y deporte,

sesenta y siete

zapatos azules

tiene ya la más joven.

Pobre princesa ¿ Quién puede ser feliz sin treinta y cuatro pares de zapatos?"

viernes, 4 de marzo de 2011

Nariz fría (botas y pimienta a gusto), by Chalo Ras

Cuando las lágrimas lo cubren.

Cuando los dientes caen ,

querido.

Cuando se muere morado

y marea .

Tu cara se vuelve espejo de golpes

y eso no sos vos .

Compañero

.

Y los dientes quieren escapar

y se aprietan,

asustados.

Y tu cara,

sabemos,

ya no es tuya.

Esa cara no sos vos.

Aunque ellos…

.

La cara golpeada es la nuestra ,

el dolor no puede ser ajeno,

la cara que duele es la tuya,

pero tu cara no sos vos .

Sos mucho más que eso

.

Sos lo que somos luchando

sos en la caricia del viento

Somos en poema obligado...

callado a palos mi viejo.

.

Sos lo que somos gritando.

Esa cara nunca más.

Esa cara no

compañero.

martes, 21 de diciembre de 2010

Instantánea

1- Me he visitado en aguas salvajes para reconocerme debajo de la caldera o arriba de las espinas
2- ¿Te haría mal al darte un juguete con mi cara?
3- Naveguemos hacia la luna, el viento está a nuestro favor. Sin embargo, no acepto ir en busca de ballenas, me da náuseas
4- Me he visitado en aguas salvajes para reconocerme en aguas salvajes. No tengo branquias
5- ¿Preferís un tigre de bengala o tranquilizantes para el tigre que te espera detrás de la puerta?
6- Creo en los refugios antibombas
7- Creo en las leyes de la gravedad
8- Las bombas caen. Alguien me dijo que explotan. "En grupos de tres, vayan entrando..."
9- Un círculo que se ve frágil y dos cuadrados similares (uno con punta, el otro sin relleno)
10- ¿Jugamos al ajedrez? La tarde no está para salir inmunes de esto
11- Me ganaste por décimo primera vez
12- Te regalo mi atmósfera

facu

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Carreritas de risa y tierra seca

.Fijate que antes corría mucho más

.¿Te acordás de Mariana? Con ella siempre corría. Era cuestión de volver de cualquier lugar, de estar hablando de cualquier cosa o haciendo lo que sea, para que empezara la carrera .Yo me daba cuenta de la largada porque su cabeza comenzaba a inclinarse hacia abajo y echaba sus manos hacia atrás, como si quisiera embestir una pared solo con su frente, lo que provocaba que yo diera el primer salto

.Ahora los escalones han crecido mucho, casi siempre termino con un dedo chillando sangre che y eso que antes corría mucho más

.Las carreras tenían punto de largada en cualquier momento ; la bochita de crema del cielo terminaba estrellada en la vereda verde de la esquina y parece que a Doña Gladys no le gustaba mucho un cielo estrellado en su verde vereda, a las cinco de la tarde. Era inevitable que al abrir la cerveza para la cena la espuma inundara la mesa, porque siempre agitábamos la cerveza al correr pero nunca podíamos tirarla y arriesgarnos a que los vidrios rotos hicieran su trabajo: pinchar las ruedas de algún triciclo, causando un gran embotellamiento que terminaba con una huella de juguito des-congelado que arruinaba la pista de carreras con el pegote .Imaginate eso en medio del campeonato semanal

.Las metas eran fáciles de definir; todo lo que fuera digo de ser-una-meta: una señora regando los malvones, un policía distraído, el séptimo árbol varón de la cuadra, la puerta del baño, en fin, todo lo que fuera digo de ser-una-meta

.Y mirá que corría eh

.Teníamos diferentes técnicas para correr, Mariana y yo (te acordás de Mariana). Ella iba acercando cada vez más su frente al piso, lo que le ayudaba a alcanzar una velocidad aspa-ventosa y aero-dinámica. Yo en cambio prefería dar pequeños saltos primero, balanceándome con mis manos como aero-ventosas para sostenerme del aire y luego grandes saltos con los pulmones bien llenos para llegar lejitos

.El problema surgía cuando Mariana empezaba a quedarse atrás; apenas notaba que tomaba la delantera gritaba “El primero tiene orejas de burro!” . Lo que me hacia voltear automáticamente para mirarla con cara de “nomehagastrampache!”y sin posibilidad de contestar con un “ el segundo tiene cola de chancho” o algo por el estilo , porque al voltear la cabeza ya me encontraba sobre los gladiolos de Doña Malvina o pelándome una rodilla, con las orejas largas enroscadas en el cogote

.Frutillas plantadas en la mitad de la pierna , que serían cosechadas durante semanas y Mariana reía descostillada en el suelo. Acordate que los dos terminábamos en el suelo. Yo y Mariana , en ese orden

.Distinto era cuando yo llevaba las de perder: entonces podía correr de espaldas y someterme a la derrota. Fijate que antes perdía más seguido. Y corría más

.¿Vos me contaste que viste a Mariana? hace un par de años , repartiendo hamburguesas a los gatos en Miserere. No creo que fuera capaz de hacerles algo así a los gatos. Seguro que no te acordás bien y no era ella

.”El primero en dormirse gana”

Las hijas del rrey (1/?)

"Las hijas del rrey siempre encuentran juguetes mas lindos (múchomas lindos)y nuevos (múchomas nuevos) con los que divertirse hasta romperlos (o hasta que papirrey les compre uno múchomaslindo ý múchomasnuevo). Nosotros nos mantenemos alejados de las hijas del rrey; puesto que a veces quieren jugar con nuestro pelo y hacer circos con nuestras pulgas. Esto para nosotros resulta muy peligroso pues los pretendientes tienen, por costumbre folklórica, un total desprecio hacia los perros del puevlo (los caballeros siempre son múchomaslindos ý múchomasnuevos)y lo expresan (¡ gracias a DIOS que lo expresan!) haciendonos desaparecer y obligando a nuestras pulgas a trabajar en el mercado.Si esto no fuera asi pasados los cinco minutos de juego con alguna de las hijas del rrey, nuestra suerte sería (es) mucho peor (múchomastragica)ya que son ellas mismas las que se encargan de ex(es)trangularnos con el lazo azul que zoztiene zu pelo.



Para este sába-do a la noche , el pronostico ha anuncia-do lluvias en capital y alrede-do-res.Qué suerte"

domingo, 24 de octubre de 2010

Anoche volví a encontrarla..., por Luquillo

Anoche volví a encontrarla. Caminé a través de la Alameda, luego la Rúa do Franco hasta Obradoiro. Yo no iba buscando nada, solamente iba como he ido siempre, buscando eso pero sin buscarla. Los músicos medio yonkis en el portal del Palacio, amarillos, detrás de las columnas golpeaban los tambores todavía. Todo indica que no son aún las dos de la mañana. Es temprano aún. Algunos cafés van cerrando, las callejas de piedra se llenan de bolsas de basura y olor a marisco podrido. El rostro de Santiago cambia. Los peregrinos fabulosos de la mañana duermen felices, con los pies adoloridos pero felices, santificados, a esas horas. Cuando ellos caminan por la mañana las calles son doradas bajo el sol, el pescado es fresco. Las jóvenes de altas voces ofrecen un pedacito de tarta de Santiago para venderte una entera luego. De noche, pendejos pijos toman ron con coca y caminan hasta boliches pijazos a escuchar su pop berreta. Los músicos siguen tocando. Un dyembé golpea y mete ritmo, no bailan, pero igual son felices. La policía pasa frente a la catedral, custodios del patrimonio de la humanidad, aquí donde cualquier sorete es patrimonio de una humanidad que en su mayoría carece de todo patrimonio.

Existe la costumbre de acostarse en el centro de la plaza, la cabeza apuntando hacia la catedral, mirar hacia arriba. Lo hago, después de todo soy un turista, eso quiere decir que pasaré por esta ciudad sabiendo las cosas innecesarias. No entraré nunca en la esencia de este pueblo. Pasaré y todo será como antes, puesto que el turismo no es más que andar dando vueltas por un museo de vivos, pero tratando a los vivos como piezas de museo. Quiero decir que me acuesto, que miro la catedral. Dicen que da la sensación de que se cae encima. Es mentira, como casi todo lo que aprende un turista en un museo de vivos. La catedral tiene luces amarillas. El empedrado está helado, pero no, no importa. Más arriba de la catedral, y eso ya es mucho, la noche está despejadísima.

Sé que no me anda buscando. Es como la historia de la Maga y Oliveira, quiero decir que tampoco es real, quiero decir sin buscarnos, pero ni tanto, habremos de encontrarnos. Quiero decir que ella llega, tapa la noche inmensa con su rostro y me pregunta qué mierda hago ahí tirado con ese frío, que me voy a enfermar pero me dice que ya soy un enfermo y yo me río, y después me levanto y nos vamos a hasta la Praza Mazarelos, más arriba, a un bar que se llama Pepa Loba, y nos metemos en el fondo del lugar, junto a una chimenea viejísima que dentro tiene una marmita que parece medieval y yo no sé si es cierto, pero me gusta así. Y pasan música de los años ochenta. Algo de David Bowie crece en el aire y recuerdo a alguien que he dejado en Argentina, pero no por mucho tiempo, y ella pregunta que en qué pienso y le digo que en nada, como dice uno siempre que está pensando en algo. Nos traen dos cañas, luego otras dos y listo, porque todo aquí es demasiado caro. Da pena emborracharse de tan caro que sale estar borracho.

Le pregunto cómo estuvo su día, estúpidamente, porque le veo las ojeras terribles y ya sé que está cansada. Se pasa las manos por la cara, se corre el pelo negro, maravilloso. Qué hermosa que es cuando se corre el pelo negro, y atrás están ahí otra vez esos ojos, negros y tiene una nariz pequeña y habla solamente en gallego, porque es independentista y yo de todos modos le entiendo todo, pero ella se burla y se ríe hermosamente de mi acento argentino y de mis palabras que a veces no entiende.

Estoy tan cansada, me dice y yo le digo entonces que vamos. Es apenas la una de la mañana. Empezamos a las cuatro pero yo voy más tarde me dice. Voy a dormir algunas horas. Salimos a fuera y claro, está lloviendo. Finas gotas van haciendo brillar la piedra de la ciudad, alimento de un musgo que crece en cualquier parte. Las estatuas de las iglesias están verdes de musgo, y peor, crecen yuyos en las estatuas, entre las piedras, verticales en las murallas, en donde sea. Y yo, claro, me deslumbro pero todo es común para ella, que no quiere saber nada con la lluvia, que se queja y sobre todo porque no tiene paraguas. Yo tampoco, me lo llevó el viento del día anterior, así pasa siempre. Con cada viento la ciudad se transforma en un cementerio de paraguas, me va diciendo mientras caminamos pegados junto a las paredes de la calles, pasamos das Orfas, llegamos a la calle de las galerías, con sus columnas bajas y los arcos uno junto a otro, increíbles y nos resguardamos y aprovecha y me besa, y me gusta, pero seguimos caminando, que tiene que dormir aunque sea unas horas.

Comparte un piso con otros dos compañeros. Ya se han ido, pregunto. Ella dice que sí, salieron hacia el polígono. Todo es un desorden, más que de costumbre. Panfletos cortados, apilados en la mesa junto a los platos sucios del mediodía que ya eran los sucios de la anterior cena. Y ella, tan prolija con la vida, porque no hay otro modo que ser prolijos para romperla, se lamenta de toda la mugre y le digo que se vaya a la cama, que yo me ocupo pero no quiere. Me la llevo yo y la tiro en el colchón y la beso hasta que se duerme. Tiene apenas dos horas. Me quedo en vela, para despertarla porque si no seguiría de largo, y no puede ser que falte, mañana, pero no mañana, que ya es hoy, es el día, es el día.

Limpio un poco, ordeno algo, no demasiado que no soy bueno para eso. Pero al menos al levantarse ella respira más tranquila, me da las gracias. No tanto por la poca limpieza sino por el café humeante. Le sienta bien. Miro por la ventana, está todo oscuro, la lluvia se detiene un poco. Habitante de esta tierra, también espera.

A las seis de la mañana estábamos en el ingreso al polígono. Una veintena de obreros ya nos esperaba. Los pacos hace rato habían caído y miraban, los muy chacales, atentos a lo que sea para hacer lo que sea. Alguien llamaba por celular y tomaba registro. Había piquetes en Ferrol, Pontevedra y Vigo. Ya eran cientos los que estaban ocupando las calles. También supimos que en Madrid había una herida, mientras uno se enteraba de eso los pacos venían a echarnos, pero nadie retrocedía y entonces alguien terminaba, al menos por algunas horas, adentro. Poco a poco va a amaneciendo. El cielo se va inflamando de rojo, mientras otros se van a acercando. En Ferrol los metalúrgicos han detenido todo. Los del puerto de Vigo tienen todo bloqueado y los trenes de Santiago están muertos. Llega un compañero, que nos vamos al centro, al centro. Yo le digo a ella que me voy hasta el centro con los demás. Somos apenas dos grupos que luego nos separamos. Pechado por Folga Xeral vamos haciendo decir a las puertas de los bancos, los negocios donde los pijos, que recién a esas horas van allegándose a sus camas, compran su ropa, los cafés que todavía duermen y que no dejaremos despertar ese día. Después ya no hay más que hacer. Hay que esperar y esperamos. Bajamos hacia Praza Roxa, algunos puñados ya han llegado. Las banderas se van levantando.

Cuando es mediodía miles de trabajadores invaden la calle. Los pocos negocios que intentaron abrir, por la fuerza de tales hombres quedaron otra vez cerrados. Las calles se abrían a su paso. Los pacos detrás, ya habían cazado algunas presas, provocaciones absurdas que no atizaron a nadie. Esos pronto estarían otra vez liberados. La columna mayor avanzaba y cuando empezaba bajar, en medio la encontré a ella. Ese mediodía otra vez la había encontrado. Claro que apenas la veía entre el gentío, pero se iba riendo. Iba cantando y las ojeras, que no habían desaparecido, tampoco le pesaban demasiado. Ese mediodía volvimos a la ciudad vieja. Praterías, detrás de la catedral, estallaba. Las piedras antiguas no soportaban las multitudes nuevas.

Cuando todo terminó tuvimos que volver a la vida gris, donde se lleva adelante la verdadera lucha. Pienso a veces, que lo demás son banderas. Atraviesan con fuerza el alma, empujan futuro. Pero solamente valen cuando la vida triste las ha atravesado todas y ellas son las empujadas y son los hombres los que son futuro. Cosas por el estilo.

Anoche la volví a encontrar, en esta que es triste las más de las veces. Otra tarde también la vi, nos cruzamos en el Parque de Belvís y ese día en mi bolso de turista llevaba un libro de Haroldo Conti que le regalé para que deje de estar tan triste. Nunca lo había notado hasta ese momento. Cuando pasaba las manos por su pelo, lo tocaba tan triste. Y no le pude preguntar qué te pasa. Aquí siempre se está triste, no por eso se abandona nada, no por eso se baja un solo dedo. Recordé una canción de los Redondos, se la ladré a pedazos pero ella no supo por qué lo hacía. Esa canción habla de las banderas. Ella sonrió con la canción y yo también porque me recordaba a mi barrio y a mi gente, que tanto necesito, y a los diablos que mean pero que en ningún lado hacen espuma. Y lo que espero, y que ella espera. Caminamos un rato por el parque hasta que se hizo casi de noche. Cuando nos despedimos le regalé el libro, también para que deje de estar tan triste. Hubiera querido regalarle, en este octubre triste, un octubre para siempre, pero no depende de mí, sino de mí y de todos mis hermanos.

Anoche volví a encontrarla. Cuando me vio me sonrió, me dijo que el libro le había gustado hasta las lágrimas. Las ojeras otra vez no le pesaban para nada. Me dijo que no tenía tiempo para que hablar conmigo en ese momento pero que quería verme. Nos encontramos esa misma noche en Mazarelos, debajo del arco. Fuimos otra vez al bar de la marmita, hablamos tanto. No recuerdo todo lo que hablamos, pero tengo su voz clavada en mi frente, los ojos fijos mirando la imagen en que uno finalmente se reconoce. Uno sabe al final que no se reconoce para siempre, que apenas se reconoce, pero eso basta para seguir adelante, porque entonces tiene un nuevo hermano, y se puede vivir y luchar por el resto de los días, y con eso es suficiente.

Pronto voy a dejar Santiago, y es muy probable que no vuelva. No tengo nada por qué volver. Todo el circo y la guerrita, los hermanos, la vida están en mi tierra, llena de luchas y esperanza. No se puede cruzar el mar solamente por un ser humano, porque todo esto es grande y tiene precio y sacrificios. Quiero decir que hay que elegir, y a veces se elige para siempre y a ella no la elegí. Pero por qué todo este final va sonando tan triste a mis ojos. Querría repetir alguna vez con Conti "Yo sé que volverá. Yo sé que volverá" y entonces llenar el alma de lágrimas dulces y preñadas de deseos. Pero yo sé que ella no volverá. Hay algo que nos toca juntos, pero sólo en la distancia, allí nos vemos. Cuando toque otra vez de cerca a mis hermanos volveré a encontrarla aunque no volverá.

Y voy terminando así entonces. No estoy desolado, no estoy triste aunque todo duele, pero también todo se va ordenando. La pérdida es un ritual que los hombres aprendemos para después perder o ganarlo todo, que es lo que a fin de cuentas importa.

Esta noche no voy a encontrarla. No voy a caminar hasta Obradoiro, me duele la garganta, el cuerpo, y el último paraguas que compré voló junto con el último viento. Esta noche no voy a encontrarla, voy a terminar aquí pensando en ella, que ya no importa demasiado. Voy a pensar en todos mis hermanos, que llevan su rostro claramente. También a causa de ella los amo tanto.


23 de Octubre. Santiago de Compostela.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Revisiones, por Facundo Correa

El asilo de las excentricidades

.

Fue a caminar por su taller fotográfico

el extranjero sensorial adicto al hoy,

y vio en aquellas cuerdas imágenes

lo que los periódicos generalmente olvidan

maravillándose del tesoro acumulado

en aquella isla Polaroid que bien dedujo

reales dibujitos en el olvido:

aquellos que mienten porque requieren atención,

aquellos que malditan por encima de los gramáticos,

aquellos que guardan la llave del cajoncito

de los deseos que no tienen punto final,

aquellos que "al mal tiempo, mala cara"

porque les sobra razón,

aquellos que pagan una fortuna por naufragar,

aquellos que ven estrellas en ojos muertos,

aquellos que leen cuentos para adultos

vestidos de payasos,

aquellos que expulsan pronósticos piadosos

para relajar a su amada,

aquellos que sufren paros cardíacos por amor,

aquellos anacoretas solitarios que nos enseñan

como caminar en la vía pública,

aquellos que leyeron "Ulises" una vez

y juran que lo saben de memoria,

aquellos que sueñan un mundo sin jaulas

y atan bien sus cordones,

aquellos que dicen siempre la verdad,

aquellos que admiran a estos últimos,

aquellos que se creen ratas de barcos mercantes,

aquellos que actúan como paquebotes de la excitación,

aquellos que proponen tríos a la soledad,

aquellos que no poseen diccionarios

pero al ocaso se hacen invencibles,

aquellos que duermen poco

y nos limpian los destrozos después del aquelarre,

aquellos que oyen a Beethoven

y creen que él los escucharía,

aquellos que necesitan una Madame de Pompadour,

aquellos que derraman cínicas lágrimas,

aquellos que dibujan a la dicha

en el baldosín de lo perdido,

aquellos que riegan flores de un erial,

aquellos que cenan solos en fiestas que ameritan gala,

aquellos que creen sin haber visto,

aquellos que arman castillos de arena en el desierto

por pasar el rato,

aquellos que no siguen bebiendo una vez que pierden su vaso

en una fiesta de cumpleaños donde participan allegados de confianza,

aquellos que crecen al revés de los demás,

aquellos que inalteran con sus vómitos,

aquellos que abren paracaídas en el subsuelo,

aquellos que llueven sobre los tejados ya mojados,

aquellos que solo cortejan ilusiones,

aquellos que viven entre cuatro paredes

y dogmatizan,

aquellos que cazan ballenas en el lavamanos,

aquellos que ven marcianos pagando peajes,

aquellos que "etcetéran" a falta de musa.

Todos ellos duermen hacinados.

.

.

Perros desde los ojos de un papá ortodoxo

.

Enlunados por el desapego,

caminan sudorosos,

los perros contra los picaportes

hacia el entierro luego del empirismo.

.

Ellos supieron parecer muy tontos

frente a los tontos con medallas

cuyas rodillas se vieron asfixiadas

por la rabia y la gravedad.

.

Ellos supieron probar bocados

en fiestas-platos-burgueses

que se vieron inundadas

por la acción flamable.

.

Ellos supieron conformarse

con la profundidad de un charco;

insuficiente cementerio de navíos

frente a los pájaros de la normalidad.

.

Ellos supieron copular

con no todas las doncellas.

No siempre

la vida es lluvia.

.

.

.

Enlunados por el desapego

caminan sudorosos,

los perros contra los picaportes

hacia el entierro luego de la edad feliz.

.

Ellos quisieron perderse siendo guías

de tableros de ajedrez recién nacidos.

No agoraban calamidades

pero palidecían.

.

Ellos quisieron no ser cobardes

al galopar caballos

sin ambulancias.

.

Ellos quisieron renunciar a toda doctrina

Dulces. Iconoclastas.

Esencia.

Vuelo de órganos sensoriales.

.

Ellos quisieron gastarse

en eternas pupilas.

Saciado,

el perro se convierte en lobo.

.

.

.

Enlunados por el desapego

caminan sudorosos,

los perros contra los picaportes

hacia el entierro luego de la juerga.

.

Ellos debieron leer cuentos para niños

sin alma ni corazón

Sus cabezas siempre preguntarán

por qué le rezaron a la Luna

.

Ellos debieron practicar la aburrida bondad,

Airbag-resaca,

diccionario-aerosol;

mundo-no.

.

Ellos debieron invertir en bronquios.

pagar el colegio de sus cachorros

para que no preguntaran fantasías.

.

“la verdadera existencia

siempre se termina señalando”