El asilo de las excentricidades
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Fue a caminar por su taller fotográfico
el extranjero sensorial adicto al hoy,
y vio en aquellas cuerdas imágenes
lo que los periódicos generalmente olvidan
maravillándose del tesoro acumulado
en aquella isla Polaroid que bien dedujo
reales dibujitos en el olvido:
aquellos que mienten porque requieren atención,
aquellos que malditan por encima de los gramáticos,
aquellos que guardan la llave del cajoncito
de los deseos que no tienen punto final,
aquellos que "al mal tiempo, mala cara"
porque les sobra razón,
aquellos que pagan una fortuna por naufragar,
aquellos que ven estrellas en ojos muertos,
aquellos que leen cuentos para adultos
vestidos de payasos,
aquellos que expulsan pronósticos piadosos
para relajar a su amada,
aquellos que sufren paros cardíacos por amor,
aquellos anacoretas solitarios que nos enseñan
como caminar en la vía pública,
aquellos que leyeron "Ulises" una vez
y juran que lo saben de memoria,
aquellos que sueñan un mundo sin jaulas
y atan bien sus cordones,
aquellos que dicen siempre la verdad,
aquellos que admiran a estos últimos,
aquellos que se creen ratas de barcos mercantes,
aquellos que actúan como paquebotes de la excitación,
aquellos que proponen tríos a la soledad,
aquellos que no poseen diccionarios
pero al ocaso se hacen invencibles,
aquellos que duermen poco
y nos limpian los destrozos después del aquelarre,
aquellos que oyen a Beethoven
y creen que él los escucharía,
aquellos que necesitan una Madame de Pompadour,
aquellos que derraman cínicas lágrimas,
aquellos que dibujan a la dicha
en el baldosín de lo perdido,
aquellos que riegan flores de un erial,
aquellos que cenan solos en fiestas que ameritan gala,
aquellos que creen sin haber visto,
aquellos que arman castillos de arena en el desierto
por pasar el rato,
aquellos que no siguen bebiendo una vez que pierden su vaso
en una fiesta de cumpleaños donde participan allegados de confianza,
aquellos que crecen al revés de los demás,
aquellos que inalteran con sus vómitos,
aquellos que abren paracaídas en el subsuelo,
aquellos que llueven sobre los tejados ya mojados,
aquellos que solo cortejan ilusiones,
aquellos que viven entre cuatro paredes
y dogmatizan,
aquellos que cazan ballenas en el lavamanos,
aquellos que ven marcianos pagando peajes,
aquellos que "etcetéran" a falta de musa.
Todos ellos duermen hacinados.
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Perros desde los ojos de un papá ortodoxo
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Enlunados por el desapego,
caminan sudorosos,
los perros contra los picaportes
hacia el entierro luego del empirismo.
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Ellos supieron parecer muy tontos
frente a los tontos con medallas
cuyas rodillas se vieron asfixiadas
por la rabia y la gravedad.
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Ellos supieron probar bocados
en fiestas-platos-burgueses
que se vieron inundadas
por la acción flamable.
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Ellos supieron conformarse
con la profundidad de un charco;
insuficiente cementerio de navíos
frente a los pájaros de la normalidad.
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Ellos supieron copular
con no todas las doncellas.
No siempre
la vida es lluvia.
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Enlunados por el desapego
caminan sudorosos,
los perros contra los picaportes
hacia el entierro luego de la edad feliz.
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Ellos quisieron perderse siendo guías
de tableros de ajedrez recién nacidos.
No agoraban calamidades
pero palidecían.
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Ellos quisieron no ser cobardes
al galopar caballos
sin ambulancias.
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Ellos quisieron renunciar a toda doctrina
Dulces. Iconoclastas.
Esencia.
Vuelo de órganos sensoriales.
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Ellos quisieron gastarse
en eternas pupilas.
Saciado,
el perro se convierte en lobo.
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Enlunados por el desapego
caminan sudorosos,
los perros contra los picaportes
hacia el entierro luego de la juerga.
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Ellos debieron leer cuentos para niños
sin alma ni corazón
Sus cabezas siempre preguntarán
por qué le rezaron a la Luna
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Ellos debieron practicar la aburrida bondad,
Airbag-resaca,
diccionario-aerosol;
mundo-no.
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Ellos debieron invertir en bronquios.
pagar el colegio de sus cachorros
para que no preguntaran fantasías.
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“la verdadera existencia
siempre se termina señalando”