sábado, 24 de julio de 2010

CELESTE/ by Chalo

Les dejo un poema zarpado del Chalo. No le pedí permiso para publicárselo. El poema lo justifica.


CELESTE

Mi pequeña voz de niño
tal vez no retumbe en grandes salas,
no llegará, tal vez
a los oídos de los que ponen la firma

Mi flaca voz de niño
creció corriendo,
en el barrio,
con las paredes pintadas
con aerosol,
con la cara del Che,
con fútbol,
con humo y escondidas

Mi flaca voz de niño pequeño,
no llegará, tal vez
a la mesa de tu Sagrada Familia.

Es por eso
que no me basta con mi desnutrida voz de niño
es por esto,
que recito con mis manos de hombre

Mi pequeña voz de niño,
no quiere pedirte pan,
quiere llamar mariposas
y encontrar el eco en los puentes.

Mis cansadas manos de hombre,
mis agitados pies
y mi voz de niño

Tu Sagrada Familia,
tu libertad,
tus oídos sordos,
que no pueden escuchar mi flaca , pobre y desnutrida
voz de niño

Tu Estado
Tu Estadio
Tus manos llenas que no quieren estrechar mi sucia,
pobre y áspera mano de hombre

Nuestro pequeño amor de niños
necesita
las manos de los hombres.

miércoles, 21 de julio de 2010

Dos poemas

POR LA PAZ DE LA REBELDÍA Y EL QUERER CANTAR COMO CISNE

CUANDO SE NOS DE LA GANA

Por Facu Correa


Quiero exprimir naranjas

para hacer el jugo que serviré en el vaso

al cual le dispararé,

ha llegado el momento de inventarse una historia de lujo

y vivirla.

No sabría como explicarle a la gente

que yo no quiero una banda con jerarquía,

mi ideal es arrojarme desde un piso bien alto

y ver si caigo de pie o no.

o subirme en los parachoques traseros

de los camiones repositores

y dejar andar el suelo debajo mío

o quizás arriba;

y evitar, así, todo tipo de paisajismo, de costumbre,

de añoranza, de refugio antibombas.

Aclaro que quiero portar armas,

incluso quiero hacer apología de esto.

Soy experto en arrojar ladrillos

y, si la ocasión lo requiere,

darme a la fuga en un carrito de supermercado.

Tengo facilidad para hacerle entender

a un cíclope miope que, con una lupa, sería más cómodo

leer el periódico de hoy.

Me falta derribar instituciones antes de que estas me derriben,

y es ahí cuando apelo al cisne,

cuando al explotar

me siento absolutamente feliz

por más que eso provoque

que me deshereden.


EXIGENCIAS
por Leonardo

no pido nada
qué podría exigirles
no son
más que tristes humanos:

el deseo extenso
la fuerza estrecha
y el tiempo que se les hace breve

pero sólo
cuando caminan de a uno

no pido nada:
no me importa su nombre/
señores, apenas
se le exige casi nada, el alma entera

poco, casi nada puedo pedirles
tampoco debiéramos
son sólo tristes
y hermosos hombres

pero cuando la tierra arda
y el barro empuje desde su vientre
la luz yo quiero
exijo su manos rotas

cuando todo llegue finalmente
que traigan su cuerpo duro
andando de a cientos
andando de a miles

hermanos

viernes, 9 de julio de 2010

De un ciudadano, acerca del No-amor

Yo no la amo, mujer. Apenas la conozco, apenas la he visto acercarse a mi costado frío, magullado por el polvo de la tierra que nos anda día tras día y de lado a lado. Algunas palabras apenas de usted tengo, poco importa, porque no he extraído de ellas nada. No la he visto en el sonido precioso que acaricia cuando sale de su pecho. No me importa. Tengo en memoria sus ojos, que me recuerdan a una fruta verde y leve, que también me recuerda su pecho blanco. Pero también recuerdo ahora la extensión ondulantemente negra que, para entendernos mejor, diremos pelo.


Yo no la amo, mujer. Apenas la he visto acercarse a mi territorio. (Y qué manera de decir territorio por estos días, donde todo parece que fuera invasión y guerra, donde me siento estúpidamente amenazado.) Sí, apenas. Y no la amo. Estoy pensando, ahora, cómo debiera terminar esta especie de poema. Lo esperable sería que acabara desmintiendo las palabras primeras, echarme lexicalmente de rodillas ante usted y gritar gramaticalmente que Sí, que la amo. Pero no, señora, escuche un instante. No la amo. Se trata solamente de que soy un ciudadano cualquiera; cuando me levanto en la mañana tengo frío, mal humor y mal aliento. Y tengo que bañarme seguido para huir de otros olores. Tengo que mirar televisión para no recordar tan seguidamente mi condición de ciudadano, tengo que escribir estas palabras para que cuando la vea, a usted, que como sabe, no la amo, no tenga yo que decirle estas palabras y pueda extenderme en silencio por la piel que usted entrega y que juntos disfrutamos. Tengo también el deseo de renegar hondamente de mi condición de ciudadano, mandar a la puta madre mi documento nacional de identidad, el domicilio oficial, los sellos de ser haber respetuosamente participado en los comicios. Qué lindo sería ser hombre simplemente y gritar suavemente, al oído, Te amo, y después amarla de verdad. Y después seguir siendo un hombre desnudo, sin papeles, simplemente humano.

No obstante, resulta, que soy un ciudadano. Disculpe, no lo he elegido, no sé cómo debiera dejar de serlo. Se me ocurren algunas ideas practicables, pero no es momento de exponerlas en estas líneas, que por cierto, han perdido el tono poético que intentara darle al comienzo. Habrá sucedido a propósito, aunque yo no lo sepa, para no tener que terminar diciendo al final, en un alarido cursi de novela: Señora, yo la amo.


Soy apenas un hombre de ciudad. Tengo que leer el diario para no distraerme demasiado. Tengo la obligación de acercarme sexualmente a una mujer, porque a los hombres todavía está mal visto y la libido de quien escribe aún no lo requiere, y además la obligación de escribirle poemas a esa mujer, dada mi condición de hombrecillo bueno, clase media y educado. Y en el poema tal, de manera velada o no, tengo que decirle que la amo.


Disculpe usted, yo no la amo. Apenas voy aprendiendo la formas de sus caderas (hay una manchita oscura en ellas, y usted no lo sabe), apenas puedo hablar de la sensación de sus ojos. Pero no puedo tocarla todavía hondo, emprender lucha contra eso que ha hecho fabricar y derramar hectolitros de tinta en los últimos hectolitros de años. Pero observe usted que he incluido la palabra hectolitro en el discurso, todo para que cada vez me sea más imposible, estéticamente, decir La amo.


Ya es tiempo de poner fin, no sea que en tantas líneas se empiecen a colar sentimientos de los que ya largamente hemos hablado. Olvidaba agregar, que como ciudadano, también tengo un miedo que me clava agujas en los huesos. No es fácil amar. Es casi imposible. Lo sería menos si pudiera pagarlo, debe ser por la costumbre de comprarme un pedacito de vida, digo, como buen ciudadano. Como decía al comienzo del párrafo, ya es tiempo de poner fin a esto, que como verá, no ha de terminar con la frase que usted esperaba. Disculpas nuevamente. Yo no la amo.