todo esto
vale por algunas apenas cosas
la lucha cotidiana, ese pan de cada día
el instante junto a la paz del amigo
todo el dolor indetenible que no vale la pena detener
que durará para siempre
la zona de la tristeza silenciosa donde para siempre se podrá vivir
porque no será para siempre
las armas de hoy, las de pasado mañana
los hermanos que aprietan su amor en un puño
los que abrazan con un trapo ancho y sucio
que respira silencioso contra el futuro
los innominados
anónimos hijos deste barro que abrirá todas sus luces ese día
y ningún otro
la pequeñez increíble de tantos enanos, carozos de hombre
que dormirán bajo la tierra eones enteros
hasta que el rostro del barro se parta
todo lo que salva, todos los nombres que iré dejando en la banquina polvorienta
de mi pequeño territorio
la esperanza que no se dice para que nadie crea aquí que se puede bajar un solo dedo
ni un instante
el amanecer en las espléndidas ciudades
el inexorable
lo inevitable, lo que para siempre quedará cancelado
bajo candados de fuego
todo el fuego de pie, ante su propia muerte
para vencerla definitivamente
aunque decir definitivamente suene a tan poco
parezca tan poco definitivo
el instante presente
un punto donde se es todo lo que se puede llegar a ser cuando no se ha elegido el propio pasado,
[cuando la sangre
se va tensando contra el futuro
estas enumeraciones casi muertas, estériles maravillosas que no quiero dejar
lo que no entra en palabra y que no importa para nada
porque sólo se puede decir lo que es necesario
(todo lo demás son los caireles de la rima,
palabras babeantes de superchería reseca)
todo lo que vive
y es vida viva
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